¡Horror, mi hijo tiene fiebre! CasaFen - Photo by Joshua Newton on Unsplash

¡Horror, mi hijo tiene fiebre!


¿Por qué le tememos tanto a la fiebre?

Muchos pacientes (sobre todo los padres) ven en la fiebre un enemigo temible. Sin embargo la fiebre es solo un mecanismo de defensa natural de nuestro cuerpo para enfrentar una enfermedad. Al empecinarnos en bajarla a toda costa, podríamos estar disminuyendo la efectividad de nuestro sistema inmune en su lucha contra microorganismos.

¿Qué es la fiebre? La fiebre es el aumento de la temperatura corporal, por sobre los 38,0º C de temperatura axilar. La fiebre es un síntoma, y no una enfermedad. Esto quiere decir que la fiebre es solo la manifestación de una enfermedad en curso. Por lejos la causa más común de fiebre son las infecciones virales respiratorias, frecuentes durante los meses más fríos. Nuestro cuerpo se defiende de la invasión de estos virus mediante diversas reacciones: una de estas reacciones es la fiebre. Cuando la temperatura sube, nuestras defensas funcionan mucho más ágilmente, logrando así neutralizar la infección en curso de manera más rápida y eficaz.

La fiebre produce síntomas incómodos –dolores, calofríos, sudoración, cansancio- pero usualmente no peligrosos. Entonces, ¿por qué le tememos tanto a la fiebre, si en el fondo es una reacción normal del organismo? Quizás la principal razón de esta fiebre-fobia son las llamadas convulsiones febriles. Las convulsiones febriles son muy raras (2-3%), y se pueden producir en circunstancias especiales (niños entre 6 meses y 5 años, que presentan habitualmente cierto tipo de predisposición genética). En términos generales estos episodios son benignos, y desaparecen a los pocos segundos o minutos sin dejar secuelas. Además, estas convulsiones no se asocian con el nivel de temperatura corporal, sino más bien con la rapidez de ascenso de la temperatura. Y este ascenso brusco generalmente sucede al comienzo de la enfermedad,  incluso antes de que los padres se den cuenta que el niño está con fiebre. Por lo tanto de poco serviría empecinarse en bajar la fiebre a toda costa una vez desencadenada la infección.

Tomando como ejemplo las infecciones respiratorias de invierno, es importante resaltar el rol inmunológico muy importante que ésta cumple: mejora la actividad de neutrófilos y linfocitos T (células de defensa), aumentan ciertas moléculas con capacidad antiviral (interferon), disminuye la capacidad de reproducción de microorganismos, etc. En términos generales los beneficios de la fiebre supera con creces a sus potenciales efectos deletéreos.

Ojo con los antibióticos

La inmensa mayoría de los cuadros febriles de invierno se producen por virus, y no por bacterias. Muchas veces son los propios pacientes que le piden al médico que les prescriba un antibiótico para su “gripe”. Lo que muchos no saben es que los antibíóticos, útiles para infecciones bacterianas, no sirven para combatir a los virus. Peor aún, el mal uso de antibióticos se asocia con efectos secundarios importantes, pudiendo debilitar el sistema inmunológico, alterar significativamente la flora intestinal, generar resistencia bacteriana a los mismos, interactuar negativamente con otros  medicamentos y generar peligrosos efectos secundarios. Así mismo el mal uso de antibióticos y exceso de antiinflamatorios o paracetamol se ha asociado al posterior desarrollo de alergias y asma. Por supuesto que habrán ocasiones en que sí se deban utilizar estos medicamentos, pero es importante evitar la sobre-medicamentación, sobre todo de nuestros hijos, para no causarles a la larga más problemas que beneficios.

Entonces, qué hacer con la fiebre?

En primer lugar es natural que un padre se asuste al tener a su hijo enfermo y con fiebre. Aconsejamos por lo tanto que consulte con un médico para que lo oriente criteriosamente sobre el tratamiento a seguir. En términos generales se ha comprobado que la mayoría de las infecciones virales que cursan con fiebre se pueden controlar con medidas caseras y observación del estado del paciente. Es natural, y hasta esperable, que un cuadro infeccioso produzca fiebre en un niño sano hasta por 3 días. Procurar una temperatura adecuada (no sobreabrigarlo), hidratación y paños tibios siempre son buenos aliados para regular estos procesos febriles. En la Medicina Integrativa utilizamos además otras herramientas terapéuticas como la acupuntura, fitoterapias, nutrición y medicina biorreguladora. Medicamentos biorreguladores como el Engystol, Grippheel o Belladona Heelaccord podrían a ayudan también a regular (y no a suprimir) el estado febril, potenciando el funcionamiento del sistema inmunológico.

Dadme el poder de generar fiebre y curaré todas las enfermedades”, Parménides (500 años a.C.)

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