Me he desempeñado durante varios años en el servicio público, formando parte de equipos interdisciplinarios, tanto en el programa infanto-juvenil en COSAM de Peñalolén, como en Centro de Atención a Víctimas de Delitos Violentos, CAVI Santiago.

En CAVI Santiago mi principal función fue realizar psicoterapia a víctimas de delitos, profundizando en temáticas de trauma, trauma complejo y acompañamiento en procesos de duelo, tanto de forma individual como grupal.

Fruto de la constante reflexión sobre el abordaje del trauma, junto con el equipo clínico en CAVI, notamos la importancia de ver e incluir al cuerpo, como parte de nuestras intervenciones. Así, y motivada por estas reflexiones, decido formarme como facilitadora  de TRE, adoptando una mirada integrativa a la necesaria y orgánica conexión mente-cuerpo como parte de mi quehacer profesional y personal.

Parte importante de mi camino ha sido también, el entrenamiento en Terapia Centrada en la Compasión, formación que me ha permitido unir y articular la psicoterapia, con mi práctica meditativa y mi formación transpersonal. Sin embargo, lo más importante ha sido, cultivar una mirada compasiva hacia mí, hacia los otres y hacia el entorno.

Como parte de mi recorrido como psicóloga, así como también como parte de mi constante proceso de auto-conocimiento y crecimiento personal,  es que veo y siento la psicoterapia como un proceso de trabajo colaborativo y de encuentro con las y los consultantes, en el cual construimos un espacio seguro.

La construcción de este espacio de seguridad es central para la exploración personal, la elaboración de conflictos, así como para mirar y acoger las heridas. El trabajo colaborativo permite además el reconocimiento y entrenamiento de recursos y habilidades para afrontar la vida con sus constantes desafíos.

Vale la pena construir ese espacio de seguridad y confianza, desde cual siempre surgen recursos y fortalezas.