Envejecer siguiendo los flujos de crecimiento-CasaFen

Envejecer siguiendo los flujos de crecimiento

A propósito del otoño y su metáfora como representativa de la vejez, no necesariamente real, compartimos algunos aspectos a considerar y algunas reflexiones sobre la vejez y el envejecimiento. Y, por cierto, la invitación a mirar-nos y hacer los ajustes necesarios para vivir mejor.

El envejecimiento está definido como un proceso natural gradual que implica cambios biológicos y fisiológicos, así como psicosociales; en tanto la vejez se define como una construcción social. Fases de la vida, presentes en nuestra cotidianidad, ya sea que las estemos experimentando o por la edad de padres, madres, abuel@s o la de quienes habitan en nuestros barrios, o bien como tema de los medios de comunicación social.

Como afirma Simone de Beauvoir en su libro “La Vejez”, en los años setenta, respecto de la vejez:

“No sigamos trampeando, en el futuro que nos aguarda está en cuestión el sentido de nuestra vida; no sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos; reconozcámonos en ese viejo, en esa vieja. Así tiene que ser si queremos asumir en su totalidad nuestra condición humana”, poniendo al desnudo la compleja y dramática situación de convertirse en viej@s sociedades, con modelos de desarrollo en que esta condición es sinónimo de desventajas de todo tipo y de severas discriminaciones por ser considerad@s como “improductiv@s”.  En el caso de Chile, con un sistema de pensiones muy básico y bajo ciertas deficiencias de protección social para millones de personas mayores que precariza sus situaciones de vida y una convocatoria a reconocer sus múltiples dimensiones sin maquillajes.

Y agrega Beauvoir “la vejez es un fenómeno biológico: el organismo del hombre de edad presenta ciertas singularidades. La vejez acarrea consecuencias psicológicas: ciertas conductas se consideran con justa razón de una edad avanzada. Como todas las situaciones humanas, tiene una dimensión existencial: modifica la relación del individuo con el tiempo, por lo tanto, su relación con el mundo y su propia historia. Por otra parte, el hombre no vive jamás en estado de naturaleza, en su vejez, como en cualquier edad, su condición le es impuesta por la sociedad a la que pertenece. Lo que hace compleja la cuestión es la estrecha interdependencia de esos puntos de vista”.

Ahondando en algunas de esas áreas y desde la psicología, entre otras disciplinas, las tareas vitales para las personas sobre los 60 años apuntan a que se debe resolver, muy significativamente, un nuevo sentido de la vida, desde un delicado balance entre lo que se ha logrado en distintos ámbitos, hasta una cierta desesperación e incluso desesperanza, porque es evidente que quedan menos años de vida y se puede experimentar menor fuerza para dar cauces a otras aspiraciones pendientes o que surjan. Junto a esa tarea, en una nueva aproximación a ideas internalizadas, está la de deconstruir mitos y creencias sobre qué es ser viej@, desde un modelo de sociedad patriarcal y “edista”, que valora géneros, edades, procedencias de algun@s sobre otr@s y que no resulta, en general, cuidadosa con las personas mayores de edad. De modo de tener una mirada serena sobre quién se es y cómo se aborda esta nueva etapa. Cualquiera haya sido el curso de estas vidas, con sus giros, quiebres y proezas, tenemos que detenernos a analizar y a hacer un balance de ella y proyectar los años que nos resten, aún sean imprecisos y, sobre todo, delineando el nuevo o el renovado sentido de vida de estos años en una realidad compleja como la actual.

Para poner en escena entonces el desarrollo psicosocial propuesto por el psicoanalista Eric Erikson, encontramos, para quienes tienen 60 años o más, la visión de dos grandes fases: la de la Madurez (que ya se marca desde los 50 años) y la propiamente de la Vejez (65 y más años). Es importante reconocer que este esquema surge en el contexto de sociedades occidentales y no de pueblos originarios, los que tienen una cosmovisión distinta respecto de las personas, sus procesos y sus entornos.

Etapa Dilema existencial que resolver Ocupaciones/Preocupaciones Posibles sucesos de crisis
 

 

 

 

 

Madurez (50 a 65 años).

 

 

 

 

 

 

 

Generatividad vs. estancamiento

 

Adaptación a la vejez fisiológica.

Preparación para la jubilación si se realizó trabajo remunerado.

Visionar el crecimiento de los hij@s y sus desarrollos.

Reevaluar, consolidar relaciones con cónyuge/otro significante o adaptación a su pérdida (muerte, divorcio).

Ayudar a padres/madres mayores en sus nuevas etapas por cambio de edad y condiciones.

Hacer nutritivo el uso del tiempo libre.

Problemas de salud.

Decisiones (jubilación).

Cambios en la disposición física de la vivienda.

Conflicto en el crecimiento de los hij@s.

 

“Nido vacío”: él último hij@ deja el hogar). Nota: para algunes resulta discutible esta situación.

Muerte del cónyuge, divorcio.

Conflicto con padres/madres.

Resistencia a la jubilación.

Vejez (65 en adelante).  

 

 

 

 

 

 

Integridad vs. desesperación

 

 

 

 

 

 

 

Segunda aspiración/tercera carrera y/o interés en pasatiempos.

Compartir la sabiduría de la experiencia de la vida con otr@s.

Evaluar el pasado y sentido de realización de satisfacción con nuestra propia vida.

Disfrutar una cantidad razonable de comodidad física y emocional.

Mantener suficiente movilidad para la variedad en el ambiente.

Revisar las relaciones significativas, las vivencias de la sexualidad.

Afrontar las precariedades, los declives.

Dificultades financieras.

Conflictos interpersonales con los hij@s.

Conflictos interpersonales con semejantes, por ejemplo, vecindario.

Indiferencia por parte de l@s adult@s jóvenes.

Muerte de amig@s.

Conciencia de soledad.

Enfermedad e incapacidades.

Dificultad en la adaptación a la jubilación o cese de actividades.

La presencia de la muerte.

Como se advierte en este esquemático análisis, son muchos los factores a considerar para abordar el envejecimiento y la vejez de modo de vivirla más amablemente, incluido el incremento de las expectativas de vida, expresado en la fórmula de una tercera edad y los cambios experimentados. Es relevante, asimismo, reconocer el peso de las distinciones de género que implica para hombres y mujeres el hacerse viej@.

Y, consecuentemente, valorar el bagaje de experiencias que tienen tod@s las personas mayores, las libertades propias, para desde la asunción de quién se es, hacer los cambios requeridos (estructuración de rutinas saludables, tratamientos integrales si se vive alguna dolencia, adoptar un estilo de vida acorde a lo que sea importante, entre otras tareas) de acuerdo consigo mism@, a su propio ritmo, a su propio aire. Son posibles, en todo este profundo proceso de cambio vital, las renovaciones, las resignificaciones y redefiniciones, desde la serenidad y las pasiones. Asumir que son temas claves: la salud y los efectos del paso del tiempo (arrugas incluidas), las posibles soledades y las compañías a reforzar, asumir los miedos frente a la muerte y a las fragilidades y definir a qué me dedico que me sea inspirador.

La madurez y la vejez son crisis que también se pueden resolver para alcanzar la integridad, esa sabiduría no mitificada, que cada persona puede lograr: llegar a las etapas finales de la evolución de la vida, en la que podamos bendecir nuestras propias historias, con todo lo que ella signifique y animad@s hasta el último aliento, junto a quienes se quiera estar.

 

Marzo 2021

 

Psic. Ana Cáceres