Para quienes tenemos sobre 60 años el dilema existencial que nos toca responder, según Erik Erikcson, es el de resolver si asumimos nuestra imperfecta integridad (como expresión de globalidad personal) o entramos en una cierta desesperación, porque es evidente que nos quedan menos años de vida y tenemos algo de menos fuerzas. Cualquiera haya sido el curso de nuestras vidas, con sus giros, quiebres, proezas, tenemos que detenernos a analizar y a hacer un balance de ella y proyectar los años que nos resten, aún sean imprecisos.
En contexto de crisis sanitaria y sus efectos sociales y económicos, también para l@s que tenemos sobre 60 años y más, podemos afirmar que se han abierto posibilidades de afrontar esta severa contingencia que nos aqueja, en forma global y local, de maneras innovadoras: por ejemplo, si tenemos recursos de realizar trabajo remoto; de potenciar las redes antiguas, las de las amistades de siempre y vincularse con redes nuevas; de aprender nuevos oficios y practicar otros hobbies; de asumir las exiguas jubilaciones y cómo complementarlas; de realizar la rutina diaria manteniendo la “distancia física”, obedeciendo a la norma sanitaria básica y las otras medidas de precaución referidas a la higiene en forma exagerada, de ser necesario.
Una de las grandes posibilidades es la de resignificar el tipo de vida que llevábamos y los cambios a poner en práctica en pro de otro estilo, que se acerque al buen vivir, en interdependencia con otr@s y en sintonía con el medio ambiente, en un ritmo más sereno e incluso más sencillo. Y, quizás, preguntarnos qué queremos hoy en este excepcional momento, lleno de paradojas y desafíos individuales y colectivos.
Paralelo a esto, se instalan, consciente o más veladamente, varios miedos, siendo el principal de ellos a enfermarnos de COVID-19 y, en caso extremo, a morir. El miedo a reconocer que simplemente estamos en grupos de riesgo, el temor real de perder o que disminuyan notablemente los ingresos y no saber cómo sobrevivir. También, a nivel afectivo-emocional, la sensación de experimentar pérdidas, por ejemplo, la de nuestr@s propios mayores y los de nuestra generación que se mueren; la de afrontar las carencias a nivel afectivo por no estar cotidianamente con l@s seres querid@s y de no poder disfrutar de esas queridas compañías. Pérdidas cotidianas, en otros ámbitos, como las de la imposibilidad de salir a caminar libremente, de tomar un cafecito, de vitrinear, asistir al cine del barrio o viajar a la playa por un fin de semana. Es decir, la restricción concreta de realizar actividades fuera de la casa, las que nos producían regocijo y placer. Pérdida de varias de nuestras libertades y, para algun@s, quizás, la cruda realidad de asumir las impotencias de estar definitivamente mayores y con dificultades de salud.
Así trazado, a grandes rasgos, para nuestro panorama de mayores de 60 en escenarios de crisis global, sería del todo recomendable considerar los siguientes aspectos:
- Asumir que nuestra afectividad y emocionalidad se han visto impactadas por las crisis sanitaria, social y económica, por lo que sería saludable tomar medidas, como, entre otras, pedir ayuda especializada que nos refuerce integralmente para afrontar el estrés actual. Asumir también que estamos en un marco de cierta incertidumbre cotidiana en el que podemos vivir temores y miedos, pero que es mejor compartirlos, conversándolos virtual o presencialmente.
- Reconocer que ya no somos l@s jovencit@s de ayer y que debemos actuar en coherencia con los años vividos, con las experiencias acumuladas, con el estado de salud y cuidar nuestros hábitos alimenticios y de vigilia-sueño, así como atender nuestras dolencias. Incluso rompiendo con patrones inadecuados o tóxicos de conductas e interacciones y con la tarea diaria de desarrollar nuestra autonomía e independencia.
- Mantener una rutina sensata acorde a las tareas que tenemos que realizar y abrirse a realizar actividades nuevas, que nutran el espíritu y aligeren el cuerpo. Escuchar la radio (como en los viejos tiempos) o incursionar en las redes sociales y seleccionar los contenidos. Respirar profundo, a plena conciencia, a pleno pulmón. Vibrante gesto en medio de una pandemia que afecta el respirar.
- Tomar opciones de apoyar-nos con l@s otr@s, ya sea estemos viviendo sol@s, de modo virtual o en compañía de quienes estamos en casa. Si la situación es ésta, darse momentos para estar consigo mism@. Es hora de reforzar amistades, cercanías afectivas e incluso de gozar la creativa soledad.
- Formularse las preguntas esenciales, ahora que hay tiempo obligado al estar más recluid@s, para en algún momento, saliendo de este intermedio, concretar tareas vitales, concluir asuntos pendientes o dar curso a las respuestas existenciales.
- Jardinear, en sentido concreto y metafórico, limpiando malezas, removiendo la tierra, sembrando nuevas semillas acorde a la estación del año en la que estamos, regando, cosechando los distintos frutos y…
- Disfrutar de las verdes esperanzas que aún caben en el espacio del corazón. Y, con todos los claroscuros, proponernos vivir de la mejor manera el día a día, en mayor conciencia y en comunidad con otr@s. Tod@s junt@s salimos de ésta.
@Ana_dédalos