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Los cansancios, los desganos, las tristezas

No es raro sentir cansancios, desganos y tristezas por estos días.  Llevamos varios meses, más de un semestre, experimentando diversidad de experiencias, con distintas formas de organizar lo cotidiano (tele trabajo, tele educación, tele “diversión”, vida diaria sostenida por el esfuerzo de las mujeres y algunes otres, realización de tele llamadas, entre otra larga serie de actividades físicas y virtuales) de lunes a domingo, que han cambiado nuestros mundos internos y los escenarios externos, y que, queramos o no,  tienen efectos en nuestra salud, dependiendo de nuestra historia vital, de los soportes que tengamos, de nuestras actitudes, de los grados de estrés que hayamos tenido y de las medidas donde vivamos.

A alguien escuchaba decir “me llegó el viejazo”. Otra persona, que laburaba en un centro médico, manifestaba que le faltaba oxígeno con el uso permanente de mascarilla, y su obsesión por la sanitización de la consulta la tenía inquieta; otr@s se habían conectado con sus soledades, sus propias sombras, o habían surgido conflictos de pareja, conflictos con hijes y estaban experimentando crisis inesperadas; otr@s estaban preocupada de su mayor peso, de sus insomnios, de beber en exceso. Algunas personas estaban apenadas por las pérdidas debido a la muerte o a las enfermedades de gente/seres querid@s, o la pérdida de relaciones, las pérdidas de proyectos. Y en muches la vivencia de la incertidumbre como sensación permanente, formulado como” nada está seguro”. Y también, porque la realidad es de claros-oscuros, la presencia de los “relajos”, casi como mecanismos de evasión frente a los riesgos evidentes, en medio de anuncios de una ola de contagios que continúa y predicción de nuevas olas y/o rebrotes, viendo la dinámica COVID- 19, por ejemplo, en Europa. Y la tarea de cuidados y prevenciones.

Descansos, regulaciones, sanaciones. Para ello un par de Recados muy motivadores de doña Gabriela Mistral: “Vuestra vida será como la hagáis. El mundo no nos devuelve más que aquello que le damos”, y respetaos a vosotros mismos y tened confianza en vuestro saber: es el mejor medio de que se lo inspiraréis a los demás”, escritos el año 1921 en su “Decálogo del hombre en acción”. Y algunas Recomendaciones muy útiles y probadas en estos meses. Así, a partir del esbozo del origen de los cansancios, los desganos y las tristezas que podamos estar viviendo en menor o mayor medida, podríamos:

  • Asumir el peso de los confinamientos y las medidas implementadas, el paso del tiempo y sus costos en la salud en cada un@ (física, mental, emocional, comportamental) y estas áreas mencionadas sólo a modo de hacer ciertas distinciones como para buscar apoyos específicos o integrales).
  • Revisar las definiciones y hacer los reajustes de lo cotidiano, vivamos sol@s o acompañades y también los propósitos de mayor sentido que podamos darle a nuestras vidas. Son líneas de acción a mantener vigentes, desde la visión de oportunidades, que nos da la pandemia y las crisis sociales y económicas asociadas. Suena raro, pero es así.
  • Reconocer las pérdidas, cualquieras sean éstas, a la que cada quien le dará su espacio para procesarlas, hacer los duelos. Acoger dolencias, desganos, malestares y pedir ayuda de profesionales de la salud. Sin más vueltas. Somos frágiles, vulnerables, aunque hayamos tenido la idea que éramos fuertes y todas las evidencias señalan que es importante integrar las experiencias y sanarse, para seguir viviendo más completamente, en una realidad modificada.
  • Mantener bitácoras, cuadernos o escribir notas de lo que se experiencia, sobre todo a lo que se siente, dando espacio a los vaciamientos escritos, al registro de las propias introspecciones y a las emociones- en especial las desagradables de sentir (miedo, ansiedad, rabia, desamor, penas)-, de modo de adquirir mayor conciencia, mejor autoconocimiento y regular nuestra emocionalidad, tomado el timón de la barcaza, en sintonía con el contexto y las propias fidelidades. El autocuidado y las expresiones del sí mismo, como camino.
  • Comunicarse con l@s cercan@s, l@s próxim@s, y valorar esos vínculos como fuentes de amor, así sean tiempos breves. Y con las medidas sanitarias vigentes. El cuidado de les otres.

Y, como ya lo hemos planteado, disfrutar día a día, por ejemplo, de las brisas suaves o fuertes, de los vientos de noviembre, del solcito en el rostro, de respirar profundo en esos momentos, de inspirar y seguir, anclándose en esa función vital en nuestros organismos. La respiración como faro del instante, anclaje en el presente y agradecer la vida que sigue sus cursos, y que con todo nos ofrece regalos y posibilidades, respecto de la historia que queremos escribir, y sobre todo vivir.

Psic Ana Cáceres. Ana Dédalos.
Noviembre 2020