Tal como lo afirma la psicóloga belga especialista en estrés y trauma, Elke Van Hoof, profesora de psicología de la Universidad Vrije, Bruselas, estamos frente al “mayor experimento psicológico de la historia”, en relación a los masivos y extensos confinamientos en distintos países de todo el mundo como producto del COVID-19. Además de coincidir con ella, creo que esto acarrea, y así lo hemos vivido en carne propia, fenómenos individuales y colectivos en pleno desarrollo.
Así como las aproximaciones para explicar la pandemia y la emergencia de distintas acciones o algunos estudios -como en nuestro país lo hace la Universidad de Chile con su encuesta semanal sobre nuestros posibles síntomas y reflexiones- coinciden en que la situación actual definirá muchos cambios en el futuro cercano y más lejano, hay varias teorías que buscan explicar este inusual contexto. Entre ellas, las de Byung-Chul Han, quien desde Alemania aborda las restricciones a la libertad y la pérdida de ritos; las de Naomi Klein, desde Canadá, con su enfoque de la crisis del modelo neoliberal y la existencia del “capitalismo del desastre”; o Denise Najmanovich, en Argentina, entre muchos otr@s. De Denise, rescato su propuesta de “potenciar el pensamiento y la vida en común”.
Y en la práctica, estas medidas -parciales como en nuestro continente y en nuestro país, y ya sea por algunas semanas o durante los 4 meses en que hemos estado confinad@s o aislad@s- han contribuido a modificar ciertas dimensiones individuales, personales y con consecuencias también en las relaciones con otr@s. Por ejemplo, la noción del tiempo, el modo de relación con cercanos y próximos y con lejanos; el estado de mis músculos, mis huesos, mis órganos y sus llamados o, definitivamente, sus gritos; mis sueños y desvelos; mis preguntas desde la incertidumbre y algunos miedos profundos, incluido el del contagio por el COVID-19. Y algunos aburrimientos y desganos. Y con todo, las porfiadas esperanzas y miradas positivas para seguir el día a día, no contando con las certezas que sería deseable tener.
Varias entidades afirman que la cuarta pandemia es la de la “Salud Mental”, fuertemente ligada a la fórmula virus-cuarentenas-estrés, implicando también los miedos e inseguridades que nos movilizan enteramente, aun cuando podamos activar negaciones y apatías o actividades exacerbadas como formas naturales de defensa frente a las diversidades de estrés. Y, haciendo esa distinción de salud mental como una categorización que pudiéramos señalar, resulta artificial para efectos de las estrategias a aplicar, ya que es todo nuestro organismo el interpelado frente a la crisis actual y tenemos que atendernos.
Una forma de registrar lo que nos habita, si ya hemos entrado en fase de alerta -el rojo del semáforo o una especie de estrés tóxico-, es utilizar un “testeo rápido” sobre cinco aspectos (en una versión libre del planteamiento de la colega belga) relacionados a: mi APARIENCIA (cómo me veo, cómo está mi cuerpo), mi RENDIMIENTO (que puede estar asociado a hiperproductividad o a desempeño bajo, todo relativo a la medida de cada quien), mi CRECIMIENTO (la capacidad y voluntad de adquirir nueva información), mis AFECTOS (como andan mis emociones: exaltadas, apagadas, volubles) y mis RELACIONES (de modo reconcentrad@, aislad@, más demandante, irritable) . Y, en congruencia con esto, aplicar ciertas medidas que implican pedir ayuda de primeros auxilios, psicológica, de salud integrativa, temporal o permanente, para afrontar el estrés ya tóxico y salir adelante con las propias tareas y en compañía de otr@s.
Grupos más vulnerables tendrán más estrategias que activar, por ejemplo, si has tenido COVID-19, asegurarte el acompañamiento por parte de los profesionales de la salud debido a los efectos específicos de la enfermedad o si has tenido que sufrir la pérdida de algún ser querid@ y estás viviendo un duelo.
Complementariamente, reiteramos ciertas claves a considerar y poner en práctica para afrontar los efectos psicológicos e interpersonales de la situación actual, previendo los desbordes mencionados, de modo de sortear del mejor modo posible los desafíos de nuestra salud global:
- Realizar ajustes permanentes de mi estar y de mi ser que me permitan respirar a mis aires o, como está diciéndose, a “plena conciencia”. O como lo han planteado antes, entre otr@s, desde la Gestalt: el aquí y el ahora. Implica presencia y atención, así como darnos pausas y “baños de belleza”, porque tenemos derecho a ellos.
- Platicar lo que me sucede, ya sea ligero o de mayor densidad, con las amistades o con alguien que me dé confianza. Y reforzar el intercambiar de saberes y de dudas, incluidas las incertidumbres que abundan. Hacer realidad las interdependencias con otr@s y sembrar futuro.
- Probar rutinas y cambios de la misma, en día de semana o para el fin de semana, considerando la posibilidad de pausas e incluso vacaciones en casa, si tengo la posibilidad de hacerlo. Lo que era útil en los primeros días o semanas puede que ya no lo sea.
- Darnos espacio para mirar el SENTIDO MÁS PROFUNDO QUE QUEREMOS DARLE A NUESTRAS VIDAS y RESPONDER A LO QUE EL ESPÍRITU LLAME A LLENAR en tiempos de sindemias y que traza mi trayectoria vital en una perspectiva de más largo aliento.
- Y muy significativamente darnos posibilidades a nosotr@s mism@s para hacer los cambios personales que requerimos para vivir en mayor bienestar, reforzando bondades, aptitudes y fortalezas. Y encarando los desafíos. Y seguir a nuestro aire, en el barco en el que remamos y cultivando comunidad con otr@s.
Lo aliviador es que, con todo, puedo buscar apoyos que me acojan y/o reforzar mis recursos internos para salir adelante en este excepcional tiempo. Siempre habrá alguien que te dé una mano. No estamos sol@s.
ACO, 12 julio 2020.
@Ana_dédalos