“Los hombres sabios no esperan a que se declare la enfermedad, no esperan a la confusión, sino que la previenen. Remediar la enfermedad con drogas medicinales, es actuar cuando ya se ha declarado el caos, ¡como el que intenta excavar un pozo cuando ya está sediento y exhausto, o pretende forjar las armas cuando ya se ha declarado la guerra!“ – Huang Di Nein Jing, China, 2600 a.C.
El Buen Médico
En nuestro medio se clasifica como exitoso al médico que logra diagnosticar casos complejos, con síntomas raros y de difícil manejo. Así se explica la enorme popularidad de series de TV como Dr. House, Grey`s Anatomy y otras telenovelas de delantal blanco, donde el médico es un detective de casos clínicos extravagantes. Sin embargo, existen países y regiones con sistemas de salud (a mi juicio) más avanzados que el nuestro, donde no clasifican al médico como exitoso solo si logra desentrañar casos de pacientes con enfermedades complejas. El buen médico es aquel que logra mantener a sus pacientes sanos y por lo tanto que no necesita resolver complejos acertijos diagnósticos ni perder recursos o tiempo en éstos, pues sencillamente sus pacientes no se enferman.
En realidad en nuestro sistema de salud el médico es un bombero: intenta apagar incendios ya declarados. El problema es que este bombero no le enseña a sus pacientes que no deben jugar con fuego. Si los exámenes están bien y el paciente se siente bien, se le dice entonces que vuelva en 1 año o más. Hasta que llegará el momento en que aparecerá una alteración en los exámenes, un síntoma o una enfermedad. El médico convencional sabrá diagnosticarla e incluso tratarla, pero probablemente nunca se tomó el tiempo para prevenirla, y para enseñarle a un paciente sano a cómo mantenerse sano. La palabra doctor proviene de docere, es decir “el que enseña”. Los doctores «modernos» no enseñan a sus pacientes a cuidarse de la enfermedad. El sistema en sí no contribuye tampoco, pues en 10 o 15 minutos por consulta es poco lo que el médico podría hacer en materia de medicina preventiva.
Somos la generación de humanos más enferma que ha existido
Un grueso análisis médico y antropológico nos permite evidenciar que hoy, en pleno siglo XXI, e incluso con el desarrollo tecnológico, científico, industrial y farmacéutico, estamos más enfermos que nunca en nuestra evolución como especie humana. Algunos dirán que es porque hoy se diagnostican más enfermedades. O que como la expectativa de vida es mayor, enfermedades de la vejez se manifiestan mucho más que antes. Sin embargo, aún despejando estas y otras variables ciertas, seguimos siendo la generación de humanos más enfermos que ha existido. Estamos frente a tasas crecientes de cáncer, enfermedades autoinmunes, alergias, enfermedades metabólicas y cardiovasculares. Ni hablar de depresión, insomnio, angustias y ansiedades. A veces se nos olvida que vivir debiera ser un goce y no un sufrimiento. Ya no nos llama la atención que un adulto de 50 años esté tomando 5 o más fármacos químicos para “mantener regulados” sus parámetros fisiológicos.
¿Por qué nos enfermamos?
La primera pregunta que debemos hacernos, para evitar el desarrollo de enfermedades agudas recurrentes y/o enfermedades crónicas, es: ¿por qué nos enfermamos? Las razones, claramente, son múltiples y no existe un consenso definitivo en el mundo científico sobre cuantos y cuales son realmente las variables que han influido en este aumento de la prevalencia de enfermedades. No obstante, sí existe un acuerdo respecto a algunos macro-parámetros que incidirían negativamente sobre la salud de los seres humanos. Muchos de estos factores negativos se pueden agrupar en 4 principales ejes de trabajo
- Intoxicación / desintoxicación
- Hábitos de alimentación
- Sedentarismo / actividad físca
- Estrés / Mindfulness
- Factores Genéticos
Cada uno de estos factores predisponentes requiere de un análisis exhaustivo sobre su real influencia en el desarrollo de enfermedades. Lo interesante es que hasta los factores genéticos (que aparentan ser algo irremediable, como una condena heredada de nuestros padres y abuelos) se podrían manejar a nuestro favor. El factor genético representa en promedio un máximo de 20% de influencia sobre la salud en general y el desarrollo de enfermedades. Tenemos a nuestra disposición un 80% de posibilidades de cambiar el curso de una predisposición genética, tan solo a través de nuestros hábitos de vida. Lo otro destacable es que un enfoque preventivo de salud trabaja todos estos aspectos, para evitar el desarrollo o empeoramiento de una enfermedad en un paciente, e indirectamente mejora también la salud de sus hijos y nietos. Esto último se conoce cómo epigenética.
Epigenética: nuestra descendencia pagará nuestros pecados
No se trata de ser apocalíptico, pero la verdad es que todo lo que hagamos durante nuestra vida puede ser, de alguna manera, heredado también a nuestros descendientes. Esto es lo que se conoce hoy como epigenética, un concepto médico relativamente nuevo, que ha demostrado que además de la secuencia de genes (genética), se puede heredar también una mayor o menor predisposición a que ciertos estos genes se activen o se expresen (epigenética). Esta predisposición está dada principalmente por “el ambiente” en el que viven los genes (ergo las células y todo el organismo). Si es un ambiente hostil (dado por tóxicos, estrés, cambios en pH o metabólicos) se producirán cambios “epigenéticos” que se pueden heredar a nuestros hijos, y manifestarse como enfermedades en nuestra descendencia.
En otras palabras, a través de nuestros hábitos podemos modificar la herencia que le entregaremos a nuestra futuras generaciones. Es por esto que cuando hablamos de medicina preventiva, no solo estamos abordando a una persona determinada, sino que indirectamente estamos generando cambios potencialmente heredables para que su descendencia sea también más sana. O dicho al revés: si no corregimos estos factores negativos tendremos hijos y nietos aún más enfermos que nosotros mismo, ¡Y por nuestra culpa! Debemos ser proactivos en el cuidado de nuestra salud (y por ende de la salud de nuestra descendencia). Es por esto que debemos entender que la medicina preventiva va mucho más allá que el diagnóstico precoz de las enfermedades. La medicina preventiva se encarga por tanto de ayudar efectivamente a evitar el desarrollo de patologías en una persona y también en su descendencia.