Puede que estos días te hayas sentido "a la merced" de tu cuerpo. Aparece el cansancio, la tensión muscular, falta de ánimo, - ese vaivén de emociones confusas que seguro todxs conocemos- , el sueño se vuelve esquivo, la digestión se altera... en fin, algo nos pasa, más allá de nuestra voluntad.
Quizás sientes que esa montaña rusa en que estás, te sucede "a ti nomás", pero lo cierto es que la manera en que reaccionamos ante el estrés, el peligro o la amenaza vital, tiene un orden biológico que compartimos en nuestra experiencia humana (y mamífera también!).
Nacemos equipadxs con mecanismos biológicos que buscan mantenernos a salvo de nuestro entorno, nuestro equilibrio interno y la relación con otras personas.
El sistema nervioso autónomo está - a todo momento - revisando si estamos a salvo o no y tomando decisiones acorde. Todo esto ocurre sin nuestro control consciente, de manera automática. Es decir, si nuestro sistema percibe peligro, aún cuando no seamos conscientes del mismo, el organismo va a reaccionar.
(oh si, el sistema nervioso autónomo no espera a que le demos la orden, sino que simplemente reacciona, y de manera muy eficiente! te imaginas si estuviese en nuestras manos tomar esa decisión?)
El Dr. Stephen Porges, nos ha ayudado mucho a entender cómo funciona nuestro sistema nervioso autónomo desde la Teoría Polivagal, de la cual te explico un poco a continuación;
El sistema nervioso autónomo tiene dos ramas, que responden y están al servicio de nuestra supervivencia (primero), y luego el bienestar.
La rama simpática, responde al peligro con un mecanismo de lucha o huida y nos prepara para tomar acción. Lleva sangre a las extremidades, aumenta la frecuencia cardiaca, respiración, presión arterial, aumenta el cortisol y la adrenalina (y muchas cosas más).
La rama parasimpática se divide en dos partes a su vez, una rama del nervio vago (vago ventral) que permite y promueve la conexión social, que responde a la percepción de seguridad y otra rama (vago dorsal) que responde ante la percepción del organismo de amenaza vital y nos lleva a un estado de desconexión, una suerte de congelamiento, entumecimiento y disminución del metabolismo.
Estos 3 subsistemas neurales sostienen y regulan el estado general del sistema nervioso autónomo y por ende, nuestros comportamientos, emociones y percepciones.
Parte de los descubrimientos del Dr. Porges es que estos 3 sistemas funcionan de manera jerárquica; el mas antiguo filogenéticamente y que compartimos con los reptiles es el sistema vago dorsal, de inmobilización.
Luego, evolutivamente se desarrolla el sistema simpático, de movilización y finalmente el vagoventral, que tenemos únicamente los mamíferos y que nos permite la conexión social, sentido de seguridad y calma, entre otras cosas.
Si nuestro sistema nervioso percibe peligro, saldremos del estado de conexión social, para echar a andar la respuesta de movilización. Si esto sirvió para volver a la seguridad, entonces retornaremos a un estado de conexión social. Por el contrario, si el organismo no logro "sentirse" a salvo con la movilización, entrará en modo supervivencia y activará el sistema más antiguo, de inmobilización.
Esto no es algo que eliges, sino que tu sistema nervioso reacciona.
Es muy probable que estos días te reconozcas en alguna de estas estrategias de seguridad que tu cuerpo ha echado a andar. Eso es natural que suceda, nuestro sistema nervioso percibe lo que está ocurriendo en el entorno, reconoce las amenazas explícitas, implícitas y las que imaginamos también! (por ejemplo, el sistema no logra diferenciar lo que ves en una pantalla, de lo que ocurre realmente, razón extra para dejar de consumir noticias todo el día).
Algunas sensaciones que te pueden indicar, en cuál de estos subsistemas estás;
Simpático: Aumenta frecuencia cardiaca, presión arterial, frecuencia respiratoria, adrenalina, cortisol, tono muscular, reactividad emocional, impulsividad, toma de riesgos físicos, búsqueda de estimulación sensorial. Algunas emociones comunes: rabia, irritación, frustración, pánico, miedo, ansiedad, preocupación.
Vago dorsal: disminuye frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura, tono muscular, afectos planos, insensibilidad, dificultad en conectar, poca expresión facial, pasividad, distracción, poco contacto visual, no quieres interacción social. Algunos estados de ánimo comunes: depresión, entumecimiento, falta de energía, impotencia, desesperanza, sensación de estar atrapada, baja vitalidad, sensación de no poder.
*El tema es que si nos mantenemos durante un periodo largo en estos sistemas de protección, lo más probable es que comencemos a tener síntomas o en el largo plazo, alguna enfermedad. Nuestro cuerpo es una maravilla y se puede ir adaptando a casi todo, mas sostener estas reacciones por mucho tiempo, incluyendo los cambios hormonales, nerviosos y psicoemocionales, también nos va desgastando.
Vago ventral, conexión social: bienestar, juego, asombro, contacto visual, movimiento organizado, voluntad, espontáneidad, buen contacto con lxs demás, consciente y sensible al entorno, curiosidad, apertura, compasión, atención plena, estar en el presente.
Ahora ojo, como todo en la vida, nada es estático! Es natural fluctuar entre estos estados también. De hecho, los necesitamos en nuestra vida diaria para actividades vitales como el juego, que requiere de un estado "simpático" y de conexión social a la vez, o para el apego e intimidad, en que combinamos el sistema "vago ventral" y el de conexión social. La diferencia aquí, es que fluctuamos entre estos sistemas, pero sin miedo, por lo que no están cumpliendo el rol de alerta y supervivencia, en esos momentos.
Lo bueno, es que entender esto nos permite darle al cuerpo sensaciones de seguridad, realizando actividades sencillas, que te ayuden a regular tu estado fisiológico, como la respiración, centramiento, enraizamiento, tacto, movimiento y la conexión social. El TRE es, para mi, una de las maneras más profundas y sencillas de promover un estado de autoregulación y conexión social, liberando a su vez, tensión física y emocional.
De todas formas, herramientas hay muchas!
Cada vez que sientas que saliste de tu estado de bienestar, o entraste a algunas de las reacciones que antes describo, puedas buscar hacer alguna actividad que le recuerde a tu cuerpo que estás segura y en el presente. Lo importante aquí, es que la actividad que elijas, la hagas prestando atención. Caminar (en tiempos de cuarentena, a pasitos pequeños por tu casa), prestar atención a tu respiración, cocinar, hacerte cariño o un automasaje, servirte un te calientito, buscar contacto con otra persona, hacerle cariño a tu mascota, hacer manualidades o algo cotidiano que te produzca placer o tranquilidad. Y así, cada vez que sientas que tu cuerpo está en "alerta" volver a proponerle al sistema nervioso alguna actividad del presente, que te muestre que estás bien.
Podemos enseñarle nuevos posibles caminos a nuestro cerebro, más desde un presente autoregulado.
Si necesitas ayuda para esto, pídela!
Siempre recuerda, que las actividades que elijas, para invitar a tu organismo a volver a autoregularse, tienen que estar bien para ti.
Muy seguramente, lo que te resulta mejor a ti, es distinto que para otras personas, por lo que no te frustres ni te fuerces a hacer algo que no te acomoda. Lo importante es que pongas atención a tus sensaciones, para mostrarle al sistema nervioso que no necesita estar en una de sus reacciones de supervivencia, sino que puede estar en el sistema de conexión social.
En la medida que tengas prácticas de autocuidado que promuevan un estado de calma y bienestar, tu organismo aprenderá de eso y tendrás una ventana de tolerancia a los estímulos externos que sea más amplia y un sistema nervioso menos reactivo.
Klga. Beatriz Albertz Rathje