Por estos días he tomado mayor conciencia del peso del “viejismo” respecto de quienes somos mayores de 60 años, concepto que nos permite entender como ciertas creencias, estereotipos y juicios negativos hacia la vejez nos ponen en un status de menor valor social y cultural y afectan nuestra vida diaria y nuestra salud, más si son autoestereotipos.
En 1968 acuñaba este término Robert Butler, ubicándolo como un problema social en la geriatría, y lo definía como “proceso de elaboración de estereotipos y discriminación sistemática contra las personas, debido a que son mayores” (Revista Elsevier, 2017); implicando actitudes perjudiciales, prácticas discriminatorias y políticas institucionales que perpetúan estereotipos. Innegablemente ha habido esfuerzos internacionales y nacionales respecto de este problema, siendo el Servicio Nacional de Adultxs Mayores (SENAMA) una expresión de ese esfuerzo de la política gubernamental desde el enfoque de los derechos de las Personas mayores.
No obstante, al “ viejismo”, lo tenemos presente en nuestras propias vidas, cotidianamente se nos devuelve en el “espejo” de los medios de comunicación la visión de “abuelitxs”; de “ancianxs” o como personas “minusvalentes”, o incluso “decadentes” y se experimenta fuertemente en las atenciones de distintos servicios y programas sociales; salud, entre otros, con actitudes y conductas prejuiciadas. Incluso en el advertir la escasez de especialistas en gerontología y formación de recursos humanos en vejez y envejecimiento, y prestaciones sociales de menor rango. O en los lugares donde vivimos, no exactamente “amigables” para desplazamientos.
El problema del ”viejismo”y de otros” ismos”(tales como sexismo, racismo), es que tiñen la visión y el trato, en este caso para las Personas Mayores, como grupos de segunda o tercera clase, a veces invisibilizad@s, y que están en riesgo de sufrir distintas formas abiertas o encubiertas de discriminaciones y de violencias. Mayores consecuencias negativas si además de ser viej@s tenemos alguna discapacidad (por ejemplo, algún grado de deterioro neuro-cognitivo, tal como la demencia), provenimos de algunos pueblos originarios, somos afrodescendientes, somos LGTBI+. El viejismo empeora nuestra salud, porque puede expresarse en que cumplamos expectativas negativas, nos pongamos menos eficaces y abordemos con menor vigor y optimismo nuestras dolencias.
En términos generales, para reducir “viejismos” se debe avanzar en educar a toda la población sobre la vejez y el envejecimiento, prepararnos para esas etapas de la vida; con alto foco en la labor socioeducativa de lxs comunicadorxs sociales e ingentes esfuerzos en las formaciones-capacitaciones a quienes atienden a personas mayores, y en otros tipos de iniciativas más locales, más comunitarias, promover contactos intergeneracionales y potenciar envejecimientos activos-saludables.
¿Qué hacer entonces desde nuestros ámbitos personales de decisiones?
Para partir por algo sencillo de escribir y más complejo de hacer, el “deconstruir” los estereotipos internalizados sobre ser viejx, sobre el envejecimiento. Es decir, hacer una suerte de reestructuración cognitiva de algunos de estos aspectos y otros de mi vida que me permitan afrontar de otro modo los paisajes de la vejez y sus desafíos, en los sesentas, setentas, ochentas:
- no enfocarme en la visión selectiva negativa de los cambios que se producen en la edad, por ejemplo, jubilaciones y los montos de pensiones o cambio de situación económica, o enfermedades y muertes de cercanxs, por su aspecto de pérdidas, sino como los afronto y me reacomodo a ellas;
- identifico a qué me quiero dedicar, mis nuevas metas, cuáles son mis fortalezas y recursos dada mis experiencias y bagages; y como las pongo al servicio de esos nuevos objetivos.
- reviso cómo mejoro mi hábitat, mi entorno cercano.
- atiendo mis temas de salud y hago los cambios pertinentes para vivir mejor;
- me aboco a otras redes sociales y las activo, más allá de las redes familiares, generando relaciones significativas en calidad y no en cantidad;
- y finalmente, encarno mi envejecimiento de modo activo, habitando el cuerpo de modo más consciente, dando espacios a mis impulsos vitales; asumiendo como otro eje de crecimiento el potenciar la autonomía y darle curso a los más profundos sentidos de mi vida y sus propósitos.
Ana Cáceres, psicóloga
CasaFen
Fuentes:
Revista Elsevier, revista española de Geriatría y Gerontología. Vol 52. N° 2 (2017)
Apuntes de clases de Conferencia de profesor Andrés Losada Baltar en “Diplomado sobre Vejez, envejecimiento y salud Mental” de PUC, octubre 2021
www.helpage.org (2010) “Personas mayores en desastres y crisis humanitarias: líneas directrices para la mejor práctica”.
www.senama.gob.cl