Antes siquiera de empezar a contestar la pregunta, merece algunas líneas el describir a que me refiero, cuando hablo de amor.
¿Cuándo se nos olvidó? Y si, ese amor que es la disposición a la apertura con y hacia la otra persona, la escucha atenta y la presencia. La genuina curiosidad, el interés por -todos los días- saber quien soy, y quien es la otra persona en el vínculo. Las ganas de comprender, de acompañar y de caminar en compañía los trechos de vida que se eligen o que surgen. Ese amor. Por contraste, no es el enamoramiento, ni el romanticismo, ni la pasión, ese sentir intenso y hasta abrumador, pero que puede tener más de sí mismo que de la relación y la presencia de la otra persona.
Desde una comprensión del amor como el sentimiento de conexión con un otrx, como esa fuerza vinculante que nos motiva a querer sostener una relación afectiva y comprometida; una emoción que a ratos puede ser muy intensa y en otros suavizarse, pero que se mantiene y que asocio a una cierta calidez. A mis ojos, el amor facilita una mirada del otro con una perspectiva abierta, comprensiva y que promueve destacar sus fortalezas.
Pensando así el amor, ¿Cuándo se nos olvidó? ¿Cuándo dejamos de considerarlo como factor conector, vinculante, motivante y explicador?
Es curioso como muchas veces pregonamos tan fácilmente acerca de este sentimiento, y nos declaramos amor entre nuestros vínculos (de pareja, familiares, como madres/padres, como amigxs), pero ¿estamos conectados con el amor que se supone que sentimos en nuestro cotidiano? ¿O queda solo para los titulares de citas románticas, momentos especiales y juramentos?
Frecuentemente se me aparecen estas preguntas, sobre todo cuando toca revisar, mirar, trabajar en relación a los vínculos de parejas. Es tan frecuente que quienes consultan a terapia de parejas hayan olvidado mirarse desde el amor… pareciera ser que el día a día nos pusiera en una perspectiva muy superficial de la experiencia del convivir, y las diferencias van siendo cada vez más protagonistas.
El olvido
Muchas veces, en nuestras relaciones de pareja surgen conflictos y entramos a las discusiones y peleas derechamente. En un afán de “ganar” nos abanderamos con nuestros planteamientos, con nuestra postura, y más fácilmente de lo que nos gustaría empezamos a actuar como si el otro fuera el enemigo: nos atrincheramos, dejamos de escuchar, la empatía desaparece, así como la comprensión, la solidaridad y la compasión. Lo único que importa es ganar, no dejarse pasar a llevar, y extremar los argumentos y acciones “bélicas”… UF! NOS OLVIDAMOS COMPLETAMENTE DEL AMOR…
Olvidamos que, pese a que haya surgido una diferencia (de opinión, de comportamiento esperado, de expectativas u otras), somos parte de un mismo núcleo familiar, olvidamos el amor que nos une, que la otra persona es aquella que elegimos para construir vida juntxs, olvidamos lo que nos conecta… Al parecer internalizamos en demasiado la lógica de “o estás conmigo o estás contra mí”, y entonces cuando aparece la diferencia y/o el conflicto, sentimos que la otra persona actúa de esa forma para dañarnos; perdemos de vista la relación misma y también al/el otrx. Olvidamos que cada quien actúa por un sinnúmero de razones, sin duda algunas más lógicas que otras, pero que en la mayoría de los casos no es para dañarme, sino porque la otra persona funciona de una manera distinta a la mía.
Re-conectar
Y sí, posiblemente haya muchas de esas situaciones que es importante abordar juntxs e intentar resolverlas de una manera satisfactoria para la relación, pero las posibilidades de que eso ocurra están relacionadas con el dialogo, la comprensión mutua, la empatía y el respeto a nuestras diferencias, con volver a mirarnos con amor.
Muchas veces, en el intento por comprender como se ha configurado y funciona una determinada pareja, les pregunto por la historia de la relación, cómo se conocieron, qué les gustó en primera instancia y al ir conociéndose del otro y qué les gustaría que no cambiara de su relación; y muchas veces solo el hecho de volver a mirarse con esos ojos (del inicio, del enamoramiento) cambia radicalmente el clima emocional no solo de esa sesión en particular, sino además de su relación de ahí en más.
Cuando conectamos desde el amor, de alguna forma “baja la guardia”, salimos de la trinchera y surge nuevamente el interés por reconectar, y desde ahí la posibilidad de reconocerse y volver a elegirse. O al menos de querer resolver los conflictos y seguir cada quien su camino sin herirse en el proceso.
Andrea Bosco Prieto
Psicóloga, terapeuta familiar y de pareja.